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INTERNACIONALES

9 de noviembre de 2025

Zaporizhzhia, la mayor planta nuclear de Europa que se robó Vladimir Putin para amenazar a Occidente

Para Moscú, la central ucraniana representa mucho más que una fuente de energía. Desde su ocupación en marzo de 2022, se transformó en un escenario de la guerra y en un activo para condicionar a los aliados de Kiev

>LaSegún la revista Time, el mandatario ruso conocía con exactitud la disposición de la planta, sus sistemas eléctricos y los riesgos de situar una infraestructura nuclear en medio de un conflicto armado.

Para Putin, la central de Zaporizhzhia, ubicada en el sur de Ucrania, representa mucho más que un recurso energético. Desde la toma del complejo en marzo de 2022, la planta se ha convertido en un escenario activo de la guerra y en una herramienta con la que Rusia busca negociar y condicionar a Occidente.

A diferencia del accidente de Chernobyl en 1986, que fue consecuencia de errores técnicos, la situación actual responde a una decisión militar. El director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, quien ha mantenido varias reuniones con Putin para mediar sobre el futuro de la instalación, advirtió sobre esta situación.

Sabía (Putin) todos los detalles, hasta los aspectos técnicos”, citó Time. En su primer encuentro, Grossi identificó la planta como una pieza central en la lógica de poder del Kremlin.

El asalto ruso a Zaporizhzhia incluyó la toma de sus trabajadores, quienes permanecen bajo instrucción forzada y vigilancia militar. Miles de empleados continúan realizando tareas técnicas fundamentales, ante la negativa de los rusos a operar la planta sin el conocimiento ucraniano.

Una serie de incidentes durante la ocupación, incluidas explosiones y cortes de energía, han sido documentados por imágenes satelitales, reportes de la ONU y testimonios recogidos tanto por Time como por los propios observadores del OIEA.

Con Zaporizhzhia bajo supervisión de Rosatom (la empresa estatal rusa del sector nuclear), los reactores fueron detenidos y el suministro eléctrico procedente de la planta quedó interrumpido. Los sistemas de refrigeración —vitales para evitar el sobrecalentamiento del combustible nuclear— han dependido en reiteradas ocasiones de generadores de emergencia.

Durante los primeros contactos, civiles y empleados ucranianos organizaron bloqueos y barreras en la ciudad de Energodar para impedir la entrada del ejército ruso. “La idea era impedir una entrada rápida”, relató Oleg Orlov, alcalde local, a Time. Ese freno duró pocos días; el 3 de marzo de 2022 las fuerzas rusas ejercieron la fuerza y el complejo fue incendiado durante el asalto armado.

Finalizada la toma, agentes de la inteligencia rusa incrementaron las medidas represivas. Según testimonios recogidos en la zona y por investigadores ucranianos, la violencia sistemática y la tortura se instalaron como método para asegurar la lealtad de los administradores locales y, sobre todo, para evitar fugas de técnicos nucleares clave. El caso de Ivan Samoydyuk, vicealcalde de Energodar, ilustra el estándar de represión: tras ser autorizado a salir temporalmente de la ciudad, fue arrestado a su regreso, episodio que marcó el inicio de un periodo de cautiverio e incomunicación que se prolongó 323 días.

El principal objetivo, según su testimonio, era convertirlo en colaborador forzoso, para persuadir a otros empleados y a la población local de aceptar la ocupación rusa. El personal de la planta fue presionado para renunciar a la ciudadanía ucraniana y aceptar pasaportes rusos, mientras Rosatom intentaba atraer técnicos rusos sin éxito suficiente.

El suministro de energía de emergencia sigue siendo la última defensa”, afirmó Grossi durante una de esas crisis, según Time. A pesar de la gravedad de la situación, ni la ONU ni los principales actores internacionales han conseguido forzar la retirada rusa o imponer condiciones de seguridad a largo plazo. La precariedad se ha instalado como rutina.

El reporte de la publicación estadounidense destaca que el propio Grossi reconoció los límites del accionar del OIEA, organismo dependiente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Nuestra misión es la seguridad nuclear, no resolver conflictos militares”.

“Esperamos horas en la barcaza, pero la operación fracasó, nunca conseguimos cruzar”, relató un oficial ucraniano a Time.

Tras la llegada de la misión, las limitaciones impuestas por el control ruso se mantuvieron, impidiendo el acceso libre a todas las áreas críticas. “Su control pervivió en todo momento”, indicó Grossi en sus declaraciones.

Un documento citado por Time y incluye un esquema para que la electricidad producida fuera compartida y distribuida tanto a zonas bajo control ucraniano como ruso. El gobierno de Volodimir Zelensky ha rechazado cualquier plan que garantice parte del control a Rusia.

El complejo de Zaporizhzhia ha cambiado drásticamente su perfil. Del centro industrial y de generación eléctrica ha pasado a servir de base militar avanzada y almacén de armamento. Las inspecciones de la ONU identificaron vehículos militares y explosivos en instalaciones clave. Además, las zonas aledañas, en particular ciudades ucranianas al norte del Dniéper, han recibido ataques de artillería y drones lanzados, según las autoridades ucranianas, desde las inmediaciones de la planta.

El flujo de habitantes de Nikopol disminuyó de manera drástica. La amenaza de ataques ha obligado a casi toda la población a abandonar la ciudad. Yevtushenko mostró fragmentos de proyectiles que impactaron en edificios civiles y pidió insistentemente a los observadores internacionales mayor presión sobre las fuerzas rusas en la central.

Las visitas de la misión internacional no han cambiado los equilibrios. El futuro de Zaporizhzhia sigue sin resolverse: las motivaciones rusas oscilan entre usar la energía como palanca diplomática, reiniciar eventualmente los reactores bajo administración rusa o conservar la central como moneda de cambio territorial en las negociaciones de alto el fuego.

“Esta historia se está escribiendo día a día. Nadie conoce el final”, subrayó Grossi en su reflexión ante los observadores de la ONU y los habitantes de la zona.

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